El otro día tuve ocasión de charlar con unos cuantos profesores, algunos de Secundaria y otros de Formación profesional.
Hablábamos de la importancia de la formación para acceder a un puesto de trabajo en el sector del comercio (sobre todo a nivel de la FP).
Las respuestas me sorprendieron:
- Total, para entrar en ZARA lo que hace falta es tener un buen culo.
(yo) - Bueno pero una vez que entras, para ascender necesitarás algunos conocimientos...
- Bah. El que asciende es el que trabaja 20 horas al día, en plan esclavo.
- Y además, todo lo que necesiten saber se lo van a enseñar en la empresa, algunas hasta prefieren a la gente sin formación para poderlos moldear a su estilo.
Y así siguió la conversación, en un tono de desánimo y fatalismo desolador.
En primer lugar a mi me gustaría puntualizar que no todo esto es exactamente así. Yo he visto chavales muy muy trabajadores, firmes candidatos para la promoción, no conseguir el ascenso por su falta de formación. Lagunas como no saber manejar un ordenador, el ser incapaces de redactar un texto con corrección y sin faltas de ortografía, o no saber realizar algunos cálculos matemáticos básicos con soltura, son impedimentos muy fuertes a la hora de ascender a un puesto de mando intermedio. Y esos conocimientos son difíciles de conseguir (no imposibles, desde luego) sin una formación previa.
También he visto dependientas (no en ZARA, ciertamente) que no respondían a los cánones de buena presencia establecidos pero cuyo buen hacer, su inteligencia y su trato al cliente les había valido un puesto estable en una gran cadena comercial.
Pero yendo a lo que me preocupa: ¿Por qué tanto pesimismo? Si los mismos profesores no son capaces de creerse el "producto" que "venden", ¿cómo pretenden que lo "compren" los alumnos o el conjunto de la sociedad?
Cuando son los mismos profesores los que dudan o niegan los beneficios de una sólida formación ¿cómo va a asumir la sociedad esa necesidad?
Uno piensa, en su inocencia, que cuando uno no se cree lo que está haciendo, debería, honradamente cambiar de ocupación. Pero claro, la cosita está muy mal, y me encuentro con que muchos profesores (interinos en este caso) a lo que aspiran es a un puesto fijo en la administración.
Una profesora interina me lo decía claramente: "Como nos empeoren las condiciones de trabajo, me busco cualquier puesto en la Diputación". ¡CUALQUIER PUESTO! Nadie quiere héroes abnegados pero, ¿que se ha hecho del componente vocacional que se supone debía acompañar a la docencia?
¿Qué hemos hecho mal? ¿Cómo hemos conseguido que uno de los sectores laborales para mi más fundamentales esté tan desmotivado, desalentado y descreido? (Aparte de deprimido -literalmente- como señalaba un amable lector)?
¿Qué se puede hacer para devolver el entusiasmo y la fe en lo que hacen a los maestros y profesores?
Quizás cualquier reforma educativa que se emprendiera debería empezar por allí, ya que si fallan los docentes, fallan los cimientos de todo lo que se quiera construir después.
Hablábamos de la importancia de la formación para acceder a un puesto de trabajo en el sector del comercio (sobre todo a nivel de la FP).
Las respuestas me sorprendieron:
- Total, para entrar en ZARA lo que hace falta es tener un buen culo.
(yo) - Bueno pero una vez que entras, para ascender necesitarás algunos conocimientos...
- Bah. El que asciende es el que trabaja 20 horas al día, en plan esclavo.
- Y además, todo lo que necesiten saber se lo van a enseñar en la empresa, algunas hasta prefieren a la gente sin formación para poderlos moldear a su estilo.
Y así siguió la conversación, en un tono de desánimo y fatalismo desolador.
En primer lugar a mi me gustaría puntualizar que no todo esto es exactamente así. Yo he visto chavales muy muy trabajadores, firmes candidatos para la promoción, no conseguir el ascenso por su falta de formación. Lagunas como no saber manejar un ordenador, el ser incapaces de redactar un texto con corrección y sin faltas de ortografía, o no saber realizar algunos cálculos matemáticos básicos con soltura, son impedimentos muy fuertes a la hora de ascender a un puesto de mando intermedio. Y esos conocimientos son difíciles de conseguir (no imposibles, desde luego) sin una formación previa.
También he visto dependientas (no en ZARA, ciertamente) que no respondían a los cánones de buena presencia establecidos pero cuyo buen hacer, su inteligencia y su trato al cliente les había valido un puesto estable en una gran cadena comercial.
Pero yendo a lo que me preocupa: ¿Por qué tanto pesimismo? Si los mismos profesores no son capaces de creerse el "producto" que "venden", ¿cómo pretenden que lo "compren" los alumnos o el conjunto de la sociedad?
Cuando son los mismos profesores los que dudan o niegan los beneficios de una sólida formación ¿cómo va a asumir la sociedad esa necesidad?
Uno piensa, en su inocencia, que cuando uno no se cree lo que está haciendo, debería, honradamente cambiar de ocupación. Pero claro, la cosita está muy mal, y me encuentro con que muchos profesores (interinos en este caso) a lo que aspiran es a un puesto fijo en la administración.
Una profesora interina me lo decía claramente: "Como nos empeoren las condiciones de trabajo, me busco cualquier puesto en la Diputación". ¡CUALQUIER PUESTO! Nadie quiere héroes abnegados pero, ¿que se ha hecho del componente vocacional que se supone debía acompañar a la docencia?
¿Qué hemos hecho mal? ¿Cómo hemos conseguido que uno de los sectores laborales para mi más fundamentales esté tan desmotivado, desalentado y descreido? (Aparte de deprimido -literalmente- como señalaba un amable lector)?
¿Qué se puede hacer para devolver el entusiasmo y la fe en lo que hacen a los maestros y profesores?
Quizás cualquier reforma educativa que se emprendiera debería empezar por allí, ya que si fallan los docentes, fallan los cimientos de todo lo que se quiera construir después.
Estimado Alejandro:
ResponderEliminarUna sociedad que quiere buena formación para sus hijos, que quiere la mejor instrucción para las nuevas generaciones, contrata a los mejores con los mejores sueldos: Finlandia.
Los sueldos de nuestros profesores no son los mejores, ni de lejos, que paga la administración o la empresa privada. El principal reclamo para llamar a la docencia son las vacaciones y la seguridad, caso de los funcionarios y de muchas escuelas no públicas. Con esas condiciones lo que obtenemos difícilmente pueden ser los mejores de las promociones universitarias, en todo caso los mediocres y en muchas ocasiones los peores.
Téngase en cuenta, por ejemplo, a la hora de formular una reforma educativa. La gente que tenemos trabajando en las aulas da de sí hasta donde han dado y no más. Por lo que ya el mero incentivo económico, con certeza, no funcione con ellos.
Pero hay una esperanza. Con la crisis económica que se nos avecina, posiblemente la docencia sea la única expectativa incluso para los mejores alumnos de nuestras universidades y muchos profesionales de las empresas en vías de cierre. El hambre ha sido siempre un buen medio de selección natural.
Un abrazo del siempre optimista Carlos56.
Yo no sé si lo que necesitamos es realmente (hablo de enseñanza no universitaria) a los mejores de cada promoción o a gente que, sin ser quizás tan brillante, esté realmente comprometida y motivada con la labor que tiene que realizar. Gente con ganas.
ResponderEliminarDicho de otra manera ¿hacen falta un matemático o un físico brillante para dar clases en secundaria? Muchas veces tenemos profesores ampliamente sobrecapacitados en cuanto a los contenidos pero que desconocen los instrumentos pedagógicos más elementales ya que no han sido formados en este área. Y no hablemos del famoso CAP ya que yo conozco a quien se lo ha sacado a distancia y con la gorra.
Por eso yo he propuesto en alguna ocasión una carrera universitaria especial para docentes.
Tres años de la especialidad correpondiente (C.Exactas, Filología,...) y dos años de pedagogía. Con este sistema mataríamos varios pájaros de un tiro:
- Evitaríamos (por lo menos algo) la frustación del profesor sobrecapacitado que acaba dando clase a 1º de ESO, es decir MUY por debajo de los conocimientos que con tanto trabajo ha adquirido. (¿O alguien piensa que hay que estudiar cinco años de filología hispánica para dar clase de lengua a chavales de 14 años?)
- Evitaríamos a los "rebotados", es decir, a todos aquellos que han acabado en la enseñanza por no ser capaces de triunfar en otras áreas. El que fuera profesor lo sería porque lo ha querido desde un principio. Tendríamos profesores VOCACIONALES.
- Los profesores tendrían la formación necesaria para bregar con alumnos en etapas tan difíciles como la preadolescencia y adolescencia y que ahora creo que no tienen (a no ser la conseguida dolorosamente con la experiencia) y corríjanme si me equivoco.
Hace años leí una entrevista de una responsable de Finlandia en el área educativa. El motivo de la entrevista era conocer las razones del éxito de Finlandia en los informes PISA (esos de los que descree, me parece recordar, Carlos56). Debo hacer memoria. Creo recordar que uno de los aspectos que me llamó la atención de la entrevista era su afirmación de que el “sistema educativo” era todo el país, todo, pues todos estaban implicados: profesorado, alumnos, familias y, muy importante, sociedad.
ResponderEliminarPocos días después de leer aquella entrevista y rumiando sus conclusiones, tuve ocasión de ver un programa de televisión emitido en horario de tarde, a las seis más o menos. Era un programa del que apenas recuerdo nada, salvo que se ridiculizaba al profesorado de manera inmisericorde, y donde los listos, guays y divertidos eran los alumnos. Los profesores eran directamente tontos, acomplejados y definitivamente carcas, acomplejados ante la brillantez y desparpajo de los alumnos. Recuerdo que vi el programa con espanto, y extraje la conclusión de que sólo ese estúpido programa había laminado todo el esfuerzo que habían hecho miles de profesores esa misma mañana.
Quizás debamos hacer un esfuerzo por integrar en nuestro sistema educativo a toda la sociedad. Pero debe cambiar mucho la mentalidad de quienes nos gobiernan.
Siempre he pensado que el profesorado forma parte del sistema de enseñanza, y que ésta, la enseñanza, o instrucción pública, como creo que se llamaba hace ya casi un siglo, es una parte más del sistema educativo, pero no todo el sistema educativo.
Desde luego no puedo menos que estar de acuerdo.
ResponderEliminarLos principales componentes del sistema educativo son padres y profesores (y los alumnos, claro, como beneficiarios o víctimas, según se vea). Pero desde luego la sociedad en su conjunto tiene mucho que decir al respecto.
Desde la publicidad, que llama constantemente al difrute inmediato y sin esfuerzo, a la rebeldía (sin causa) y a la mala educación, hasta todos aquellos que consideran a los profesores unos jetas que no pegan palo al agua. (Siempre he dicho que si la suerte del profesor es tan envidiable no tienen más que estudiar una carrera, presentarse a una oposición y, con un poco de suerte, pegarse unos años como interinos recorriendo montones de km diarios de pueblo en pueblo), todos ellos contribuyen al descrédito de la profesión.
Ahora se va viendo un cambio de mentalidad, no sé si muy positivo. Los profesores han pasado de provocar envidia y desprecio a dar pena. No sé si es a mejor pero al menos se parece a una cierta solidaridad.
Posiblemente, cuando los profesores, aunque sean de secundaria o maestros, empiecen a inspirar respeto iremos por el buen camino.