domingo, 30 de enero de 2011

Pasmo nº 39: El fracaso escolar (II)


Como complemento a mi anterior post, me permito mostrarles unas cifras que han caído en mis manos pecadoras.

Son simplemente las notas de la 1ª evaluación de un Instituto de Secundaria aragonés cuyo nombre omitiré piadosamente. Diré solamente que es un centro rural que, en principio, no debería ser especialmente conflictivo ni marginal.

Para no aburrirles les diré sólo el porcentaje de muchachos que tienen 3 o más suspensos. Es decir, aquellos alumnos que, de no existir las diversas zarandajas y paños calientes que existen deberían repetir si a final de curso conservan estas notas.

Bien, ahí va:

1º ESO (12 años): 50,61% de alumnos con 3 o más suspensos.
2º ESO: 48,14% de alumnos con 3 o más suspensos.
3º ESO: 57,14% de alumnos con 3 o más suspensos.
4º ESO (15-16 años): 43,90% de alumnos con 3 o más suspensos.

Alucinante ¿no? Y la evolución va a peor conforme pasan los años.

Esto quiere decir que, si a final de curso las notas siguen igual, casi 12 alumnos de una clase de 20 tendrían que repetir 3º de la ESO.

Evidentemente, esta situación es insostenible y apostaría a que son los propios profesores los que, en las juntas de evaluación a final de curso, se ocupan de tener un poco de "manga ancha". Aunque sólo sea por tener alumnos en 4º.

Pero no se preocupen, si no es así la propia administración se encargará de que estos alumnos acaben pasando de curso, aunque sea P.I.L (Por Imperativo Legal).

Existe un chascarrillo entre los profesores que dice que si una cabra entrara en 1º de la ESO, al cabo de 8 años acabaría teniendo el Graduado Escolar (P.I.L., por supuesto). No me he estudiado la norma, pero me aseguran que es así. El problema es que una cabra molestaría mucho menos a sus compañeros que algunos de los alumnos que andan por ahí.

Y la gran pregunta: ¿la culpa de quien es?

Pues, como ya les dije en el anterior post, yo no lo sé. Sólo me hago eco aquí de lo que me cuentan mis amigos profesores en la ESO.

Me cuentan que, para empezar, hay un número significativo de alumnos que acuden a las clases drogados. Es imagen habitual ver en las cercanías de los institutos a chavales fumándonse unos porros ¡¡A las 8 de la mañana!! antes de entrar a clase.

Me dicen que incluso van así a los exámenes: abúlicos, somnolientos y con la risa floja ¿¿¿!!!???

Imagínense que antes de entrar por la mañana a hacer un trabajo intelectual que requiera concentración y agilidad mental se fumaran ustedes un par de porros. O si no son ustedes amigos de este tipo de droga se tomaran un par de whyskazos.

¿Qué puede hacer un profesor ante esta tesitura? Como yo nunca me he enfrentado a algo así, no lo sé. Pero no debe ser fácil.

A esto súmenle a los que no se drogan pero pasan de todo, a los que los padres les compran la consola y la tele para la habitación aunque suspendan siete (caso muy habitual, por lo visto), a los que en un caso de enfrentamiento con el profesor saben que van a ser apoyados a muerte por su familia y tratados con indulgencia y comprensión por la Administración Pública...

No sé, sólo me alegro de no ser profesor en la ESO.

3 comentarios:

  1. Entonces, a quien hay que reeducar primero es A LOS PADRES. Que no valga la expresión de los padres irresponsables que dice: "Yo educo a mi hijo como me da la gana y usted no es quién para reñirle o corregirle".

    En ese caso tal vez mi respuesta fuera: "Muy bien. Llévese a su hijo a casa, y cuando me lo traiga corregido, tendré mucho gusto en impartirle mis conocimientos". Pero es lo que tú dices: ADEMÁS, cuentan con la "comprensión" de la Administración. El profesor no tiene escapatoria alguna...

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  2. Lo de llegar al centro drogado o bebido es de traca. Ningún trabajador puede acudir así a su centro de trabajo. Ningún profesor debería tener que aguantar semejante desfachatez.

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  3. En lo de las Administraciones, sólo repito lo que me cuentan los profesores. Me han contado algunos casos en que habiendo conflicto entre alumno y profesorado (temas de conducta, reclamaciones de notas,...) la Administración se ha decantado de forma incomprensible y sin razón convincente a favor del alumno. Algunas cosas que me han contado son especialmente escandalosas, pero no puedo confirmarlas.

    En cuanto a lo de "ningún profesor debería tener que aguantar semejante desfachatez", pues ya me dirás que puede hacer un profesor con un alumno con la mirada perdida y la risa floja.

    Ya te anticipo que las dos o tres primeras cosas que se te ocurran son imposibles normativamente hablando.

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