lunes, 22 de marzo de 2010

En defensa de la intransigencia


Hablaba con unos compañeros de esas chicas que se declaran ateas pero que se casan por la iglesia porque "quieren ir de princesas por un día".

Algunas incluso, luego ponen verde a la Iglesia, a los católicos, etc...

Comentaba yo que probablemente no me encontraría a gusto con unas personas de principios tan laxos que son capaces de renunciar a ellos por un bonito vestido y unas flores.

Una de mis compañeras me ha replicado:

- ¡Claro, pero es que tú eres un intransigente!

Me he quedado pensándolo y he llegado a la conclusión (y así se lo he dicho) de que sí, que tiene razón, que soy un intransigente.

El problema es que yo no lo veo necesariamente como un defecto.

No transijo sobre todo con la incoherencia. No soporto al que no le gusta ZP pero le vota para que no salga Aznar (y luego se queja de lo que hace ZP).

No soporto a los "católicos a medida" que se declaran católicos pero no van a misa, usan preservativos, están a favor del aborto... Es decir, se construyen una religión a medida, tomando lo que a ELLOS les parece bien y desechando cómodamente el resto.

Y así sucesivamente.

Y creo sinceramente que si fuéramos más intransigentes con muchas cosas, el mundo sería mejor. Si no dejáramos pasar ciertos comportamientos (como los vandalismos varios porque los chicos "tienen que divertirse"). Si la gente se viera obligada a responder de sus decisiones y a afrontar las consecuencias de sus actos.

¿No es bueno ser intransigente con las dictaduras, con los violentos, con los abusos?

No sé, piénsenlo un poco ¿es tan mala la intransigencia como la pintan?

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