domingo, 10 de julio de 2011

Pasmo nº 53: Los fallos del capitalismo (o el síndrome de las cuchillas infinitas)

Quienes me conocen saben que no soy precisamente un fan del capitalismo ni del libre mercado. Aunque desde luego no llego a los límites de algunos muchachos del 15-M:

Esos malísimos mercados II

Sin llegar a estos límites revolucionarios si que pienso que el sistema capitalista es un sistema que produce grandes problemas, desajustes e injusticias. Y desde luego el liberalismo sin freno ni control basado en la "bondad" de los mercados me parece un sistema tan utópico e irreal como el comunismo más extremo.

La teoría económica más ortodoxa dice que "Los mercados aseguran la asignación eficiente de los recursos con la información que transmiten los precios". Es decir, se asignan recursos productivos en aquello que la sociedad demanda y necesita, en la cantidad óptima y de la forma más eficiente posible (producir más con los mínimos recursos).

Pues a mi, perdónenme, me resulta difícil creer en este tipo de afirmaciones. Es posible que el libre mercado funcione mejor que otros sistemas que se han probado, pero de ahí a llamar "eficiente" a ciertas cosas...

Imaginen ustedes un mercado, un sector productivo determinado, compuesto de dos empresas. Ya sé que el buen funcionamiento del libre mercado exige un número de empresas virtualmente infinito pero me viene mejor para el ejemplo y además la realidad se acerca más al oligopolio en la mayoría de los sectores que al ideal de la "competencia perfecta". Pues bien, en este sector del que hablo, se ha alcanzado una notable eficiencia. Se fabrica bien y a bajo coste, y el producto ha alcanzado una gran calidad. O sea, que satisface de forma más que correcta las necesidades de los consumidores y, lo más importante, es realmente complejo y costoso realizar mejoras en el producto realmente significativas.

Parecería lógico pensar que estas empresas deberían dedicarse a producir su producto tranquilamente y en todo caso a buscar la expansión en nuevos mercados y productos. Pero esto no es así. En el sistema capitalista existe siempre la presión de la competencia y el teorema (creo que incluso me lo han demostrado alguna vez con formulillas y tal) de que si no creces te acabas hundiendo.

Nuestras dos empresas, A y B, viven en constante tensión, intentándose arrancar cuota de mercado la una a la otra. ¿Y cómo? Lo de bajar precios (que beneficiaría al consumidor) llega un momento que se acaba y además las empresas buscan por todos los medios formas de competir que no están basadas en la guerra de precios: El "confusopolio".

Pues nos quedan pocas alternativas, la publicidad, que en este caso asigna recursos que no benefician al consumidor ni crean valor, o el tratar de mejorar el producto.

Pero ya hemos dicho que nuestro producto es ya muy difícil de mejorar de forma realmente significativa y beneficiosa para el consumidor. O dicho de otro modo, de forma que justifique la asignación de recursos que se emplea en esta mejora.

Y aquí es donde nos encontramos con el gran absurdo. Si la empresa A "pasa" de tratar de mejorar el producto, lo va a hacer la empresa B y se le va a comer cuota de mercado, ya que cualquier mínima mejora (convenientemente publicitada) va a suponer la única diferencia que el público va a percibir entre productos virtualmente idénticos. Y ya tenemos el círculo vicioso o la carrera sin final. Ambas empresas asignarán recursos humanos, económicos, creativos... a realizar mejoras minúsculas en el producto que no cambiarán significativamente su rendimiento pero que serán publicitadas como revolucionarias.

Ejemplos? Hay muchos: Detergentes de todo tipo, pañales, artículos de higiene femenina,... y el que da título a este artículo, las maquinillas de afeitar desechables.

Desde hace mucho tiempo, salen regularmente al mercado nuevos modelos "revolucionarios" de maquinillas cuyo único avance es un incremento en el número de cuchillas. Yo me sigo afeitando con un modelo de tres cuchillas y ya van, creo, por las cinco. En campañas de promoción he probado algunos de los nuevos modelos y no he notado una diferencia significativa en la suavidad de mi afeitado (ni las mujeres se han arrojado a mis pies más de lo habitual). ¿Hasta donde llegaremos? ¿Cuál será el número de cuchillas que garantice "el afeitado perfecto"? ¿Son rentables para la economía y para la sociedad los esfuerzos dedicados a lograr estos "importantes" avances? ¿No se podrían asignar mejor todos estos recursos?

Como siempre, las respuestas se me escapan.

Y aquí alguien que ha llegado a la misma conclusión que yo, y no lo había leido antes de escribir el artículo.

5 comentarios:

  1. ni las mujeres se han arrojado a mis pies más de lo habitual Felicidades, no te puedes imaginar lo incómodo que puede resultar pasando de una determinada frecuencia.

    ¿Hasta dónde llegaremos? Yo me he quedado en dos y de marca blanca. Evidentemente el movimiento hacia el disparate que tú señalas se debe a que el consumidor está deseando encontrar un producto limpio, cómodo y sin cortes en la cara. No creo que esto sea una "necesidad" inducida por la publicidad sino que obedece a una tendencia natural. Los fabricantes ofrecen muchas soluciones, desde pomaditas previas o posteriores al afeitado a máquinas eléctricas- de tambor o circulares- o manuales. Por lo tanto la carrera que tú comentas es sólo uno de los efectos del deseo insatisfecho de esos consumidores.

    ¿Son rentables para la economía… el que esté en la carrera sabrá. Es su dinero y su tiempo. Pero recuerda que aquí corren muchos: fabricantes y consumidores. Yo personalmente huyo de comprar productos excesivamente "publicitados" ya que no estoy dispuesto a pagar el absurdo precio de que me convenzan para comprar. Supongo que el éxito de las "marcas blancas" se basa en la eliminación del sobre-coste de la publicidad. Eso mismo determina el límite a esa carrera: Los consumidores pueden optar por productos refugio.

    ¿No se podrían asignar mejor todos estos recursos? Posiblemente. De hecho todas las dictaduras han estado convencidas de que ello era posible. Fuera de ironías. La cuestión es que quién asigna esos recursos es quién está pagándolos: El consumidor. En la medida que esté dispuesto a seguir pagando más cuchillas en su máquina o 3D en su tele, el mercado seguirá produciéndola. Ese momento de indescriptible felicidad que siente cuando recoge del estante de la tienda el producto que lo hará persona feliz, parece que le compensa el sufrimiento de conseguir el dinero con él lo que pagará como 3 lo que apenas vale 1, y ni siquiera le termina de disuadir la pregunta que se hace cuando pone el articulo delante del cajero … ¿estaré haciendo el lila, … otra vez?
    ¿Es absurdo? Posiblemente. Pero ese momento de felicidad que te he descrito es el único para un buen porcentaje de conciudadanos ¿se lo vamos a quitar también?

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  2. Por supuesto, tanto los que fabrican como los que consumen lo hacen porque de alguna manera les resulta rentable, aunque en algunos casos podemos llegar a pensar que hay a quien le resulta "rentable" consumir ciertos productos porque ha sido convencido o persuadido para ello. Pero está claro que a nadie le ponen físicamente una pistola en la cabeza para que compre.

    Pero dices "el que esté en la carrera sabrá". El problema es que en la carrera estamos todos. Todos formamos parte de un sistema económico y social que está invirtiendo los recursos de que dispone de una manera...¿criticable?

    Y pensemos que algunos de esos recursos son no renovables como las aleaciones de metales raros que forman parte de esos móviles que cambiamos cada año porque se quedan anticuados.

    Esos materiales son ficticiamente baratos porque se extraen en el tercer mundo en dictaduras bananeras, pero se acabarán. A los que "están en la carrera" no les importa porque ya se han enriquecido (o conseguido su móvil nuevo). Pero si miramos en conjunto, ¿se está haciendo lo mejor que se podría hacer con esos recursos? Como poco me parece que es un tema para meditar.

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  3. Pues medita Alejandro, pero la cosa es muy simple: La asignación de recursos la hacemos entre todos en la economía de mercado y nos vamos todos al garete al paso alegre del consumismo, o la hace una pequeña minoría de líderes iluminados y nos vamos al garete al paso recio y marcial.

    Mucho me temo que lo haremos en dos tiempos y que el primero está en sus postrimerías.

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  4. Siempre he discrepado de esa distinción entre capitalismo y comunismo, cuando realmente todo el sistema económico, desde los albores de la Humanidad, desde que el primer homínido afiló una piedra y se la guardó para futuras ocasiones -desde que acopió el primer capital-, es capitalista. La distinción correcta entre ambos regímenes económicos, erróneamente denominados, es entre libre mercado o economía planificada. Pero en ambos hay capital como factor de producción, y cada vez más.

    Y sí, con todas sus deficiencias, es evidente que el libre mercado es un sistema más eficiente que el de la economía planificada. Recuerdo siempre esa anécdota que creo que contaba el “economista camuflado”, del general soviético que de visita en Londres, por los años sesenta, preguntaba quién organizaba el suministro de pan a la población, dejando perplejos a sus interlocutores. Claro que la respuesta le dejaba más perplejo aún a él: nadie, nadie organiza el suministro de pan a una población tan enorme. Y sin embargo toda esa población londinense tiene garantizado el suministro de ese bien primera necesidad, y de muchos otros, sin que nadie intente siquiera planificarlo.

    Pero denominamos “libre” mercado a lo que realmente ni lo es, ni debe serlo. El mercado debe ser objeto de estrictas regulaciones para evitar abusos y que no acabe convertido en la ley de la selva. Uno de los mercados que debe ser regulado de forma más obvia es el laboral, puesto que si no en breve todos estaríamos trabajando con los niveles salariales y de protección social de chinos e hindúes. Leyes antimonopolio, a favor de la transparencia, de defensa frente a la publicidad engañosa, frente a la concertación de precios y a favor de la libre competencia... Nadie en su sano juicio discute eso, salvo, quizás, las cuestiones de nivel en ese intervensionismo de los mercados.

    Para mí, uno de los más grandes fallos del sistema es el de la necesidad de producir a toda costa, pese a la evidente incapacidad del planeta para ofrecer de manera indefinida los recursos que demanda una población creciente. Cuando es evidente que la población mundial podría reducir drásticamente su demanda de bienes si ésta no estuviera artificialmente hinchada mediante la obsolescencia programada, una obsolescencia tramposa y casi fraudulenta que alimenta el sistema. Sin ella, más de la mitad de la población mundial estaría en paro. Una espiral diabólica y estúpida, que nos aboca a un final catastrófico.

    http://oroel.blogspot.com/2011/03/obsolescencia-programada.html

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  5. "Pero denominamos “libre” mercado a lo que realmente ni lo es, ni debe serlo. El mercado debe ser objeto de estrictas regulaciones para evitar abusos y que no acabe convertido en la ley de la selva. Uno de los mercados que debe ser regulado de forma más obvia es el laboral, puesto que si no en breve todos estaríamos trabajando con los niveles salariales y de protección social de chinos e hindúes. Leyes antimonopolio, a favor de la transparencia, de defensa frente a la publicidad engañosa, frente a la concertación de precios y a favor de la libre competencia... Nadie en su sano juicio discute eso, salvo, quizás, las cuestiones de nivel en ese intervensionismo de los mercados."

    Pues me encanta que una persona que se autodefine de derechas esté de acuerdo en una serie de puntos que nos parecen (a algunos) tan obvios y evidentes.

    Aunque no lo creas no son tan obvios para todo el mundo. Hace unos días comenté sobre un "divertido" blog progre por sus inconsistencias, su pobre argumentación y su sectarismo sin límites:

    http://eleternopasmado.blogspot.com/2011/07/pasmo-n-52-la-superioridad-moral.html

    Pero hay algunas gentes de derechas que si bien exhiben un argumentario en apariencia más sesudo y erudito (menos emocional) plagado de referencias y citas, incurren, en mi opinión, en un sectarismo y cortedad de miras similar.

    Fíjate en los comentarios a este post, en el que la discusión pasa de si el "libre mercado" es moral o inmoral (¿es moral o inmoral la ley de la selva o la evolución de las especies?) a negar que si los mercados son TOTALMENTE abandonados a si mismos tienden ferozmente al monopolio:

    http://archipielagoduda.blogspot.com/2010/11/la-inmoralidad-del-capitalismo.html

    Esta gente defiende que las leyes de defensa de la competencia son, no sólo innecesarias, sino perniciosas, y que el sistema de competencia puede y debe regularse a si mismo.

    Yo sinceramente creía que este debate estaba superado y que la inmensisisima mayoría de las mentes pensantes (de las no pensantes no digo nada) coincidían en que la "competencia perfecta" era una teoría utópica (como reconocía el propio Adam Smith), pero resulta que no, que hay gente en apariencia sesuda e inteligente que niega tal evidencia.

    Cosas que a ti y a mi nos parecen evidentes (como las que dices en el último párrafo) son negadas empecinadamente por gentes con cierta apariencia de intelectualidad. Y cualquier llamada al equilibrio, a la bondad del punto medio, es calificada como que eres un rojo camuflado, un maricomplejines, un submarino de la izquierda,...

    Cuidado, el sectarismo y extremismo no sólo existe entre la progresía.

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